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martes, 1 de marzo de 2016
En extrañas cosas moro (Alejandra Pizarnik)
Simplemente no soy de este mundo… Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva… No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie… ¿Qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un “saber volver”. No lo querré acaso.
domingo, 21 de febrero de 2016
El buitre - Franz Kafka. Explicación pormenorizada.
Ayer di una clase sobre Kafka a alumnos del curso inferior.
Quiero decir que mi amantísima profesora de Castellano de los dos años pasados me ofreció participar en su clase de Literatura Universal sobre Kafka. Entre otras cosas, compartí con los alumnos un relato suyo, "El buitre".
Al final de la clase, Asunta interpretó el relato sobre la marcha, explicando la simbología. En la entrada de hace una hora he subido el relato sin más, pero he pensado que podía ser interesante contar lo que nos contó ella a nosotros. No sé si su interpretación es, hum, válida (de hecho, tengo la impresión de que la mitad está inventada), pero me gustó mucho sacarle el jugo y quiero compartirlo.
Voy a ello.
Un buitre me estaba desgarrando los pies a picotazos. El buitre es un carroñero. Kafka lo elige para expresar que él mismo se siente carroña. Ya había destrozado las botas y los calcetines y ahora me desgarraba los pies. El buitre había superado sus defensas, había roto la cáscara que le protegía. Como dijo Asunta, cuando le entregas tu corazón a alguien, estás a su merced. Después de cada picotazo que me daba, se ponía a volar inquieto, describiendo círculos en torno a mí. El buitre está esperando a que Kafka muera. Luego proseguía su tarea. Un señor que pasaba por allí nos estuvo mirando durante un rato y me preguntó que cómo podía tolerar lo que el buitre me hacía. 1) El señor representa a los demás. "Nos estuvo mirando durante un rato" muestra la visión del mundo que tiene Kafka, una visión pesimista, en la que nadie proporciona ayuda si puede evitarlo, una visión totalmente negativa. 2) El señor no concibe la debilidad de Kafka; cree que él permite su sufrimiento, cree que él lo ha elegido.
—Estoy indefenso (no hay nada que él pueda hacer; está solo y es débil) —le dije—. Un buen día llegó y empezó a darme picotazos. Por supuesto que intenté ahuyentarlo, e incluso intenté retorcerle el pescuezo, pero un animal de este tipo tiene mucha fuerza y quiso saltarme a la cara. Lo intenté, pero no fui lo suficientemente fuerte. Entonces decidí sacrificar los pies. Es una rendición; cuando Kafka ve que no puede ganar, decide sacrificar algo que vale menos. Se trata de elegir entre los ojos, que permiten ver el mundo y comprender lo que nos rodea, y los pies, que nos sostienen y nos dan la libertad. Kafka ha sacrificado su libertad, sus posibilidades de acción, pero a cambio de poder ver con claridad. Ahora están casi tronchados.
—No debe permitir que le haga sufrir tanto —dijo el señor—. Un tiro y ya no hay buitre que valga. El señor aconseja que Kafka se resista, pero le aconseja utilizar la violencia. En resumidas cuentas, lo que le dice es "utiliza la violencia para solucionar tu problema".
—¿Está seguro de ello? —le pregunté—. ¿Se encargaría usted del asunto? Kafka duda, y lo hace dos veces. Duda de si la violencia será o no lo mejor, y no tiene ninguna confianza en que el señor le ayude.
—Faltaría más —dijo el señor—. Tan sólo tengo que ir a casa a por la escopeta. ¿Podrá esperar media hora más? Esto es una especie de demostración de fuerza.
—No lo sé —repuse. Por un instante me quedé paralizado, pero luego le dije—: hágame el favor e inténtelo. Kafka se agarra a lo que puede.
—Muy bien —dijo el señor—, me daré prisa.
Mientras tanto, el buitre había permanecido tranquilo atendiendo a lo que decíamos y posando alternativamente sus miradas en mí y en el señor. Entonces comprobé que lo había comprendido todo. El buitre lo entiende todo, no hay forma de engañarle. Emprendió el vuelo, se arqueó con ímpetu para lograr el impulso adecuado y, como un lanzador de jabalina, hundió profundamente su pico en el interior de mi boca. Mientras caía de espaldas me sentí liberado al ver cómo mi sangre, que llenaba todas las profundidades y hacía que todos los cauces se desbordaran, ahogaba al buitre. En la autodestrucción está también la destrucción del buitre.
El buitre representa la enfermedad. La enfermedad acosa a Kafka sin que él pueda hacer nada, y de hecho ataca su garganta, que hacia el final de su vida tenía siempre inflamada. Sin embargo, se da cuenta de que, de alguna forma, al morir "mata" también a su enemigo, porque están unidos. Esto es una interpretación oficial; de hecho, se cuenta que la primera vez que Kafka tosió sangre se sintió, en sus propias palabras, liberado.
Y hasta aquí Kafka. Buenas noches, pulpos insomnes.
sábado, 20 de febrero de 2016
El buitre - Franz Kafka
Un buitre me estaba desgarrando los pies a picotazos. Ya había destrozado las botas y los calcetines y ahora me desgarraba los pies. Después de cada picotazo que me daba, se ponía a volar inquieto, describiendo círculos en torno a mí. Luego proseguía su tarea. Un señor que pasaba por allí nos estuvo mirando durante un rato y me preguntó que cómo podía tolerar lo que el buitre me hacía.
—Estoy indefenso —le dije—. Un buen día llegó y empezó a darme picotazos. Por supuesto que intenté ahuyentarlo, e incluso intenté retorcerle el pescuezo, pero un animal de este tipo tiene mucha fuerza y quiso saltarme a la cara. Entonces decidí sacrificar los pies. Ahora están casi tronchados.
—No debe permitir que le haga sufrir tanto —dijo el señor—. Un tiro y ya no hay buitre que valga.
—¿Está seguro de ello? —le pregunté—. ¿Se encargaría usted del asunto?
—Faltaría más —dijo el señor—. Tan sólo tengo que ir a casa a por la escopeta. ¿Podrá esperar media hora más?
—No lo sé —repuse. Por un instante me quedé paralizado, pero luego le dije—: hágame el favor e inténtelo.
—Muy bien —dijo el señor—, me daré prisa.
Mientras tanto, el buitre había permanecido tranquilo atendiendo a lo que decíamos y posando alternativamente sus miradas en mí y en el señor. Entonces comprobé que lo había comprendido todo. Emprendió el vuelo, se arqueó con ímpetu para lograr el impulso adecuado y, como un lanzador de jabalina, hundió profundamente su pico en el interior de mi boca. Mientras caía de espaldas me sentí liberado al ver cómo mi sangre, que llenaba todas las profundidades y hacía que todos los cauces se desbordaran, ahogaba al buitre.
—Estoy indefenso —le dije—. Un buen día llegó y empezó a darme picotazos. Por supuesto que intenté ahuyentarlo, e incluso intenté retorcerle el pescuezo, pero un animal de este tipo tiene mucha fuerza y quiso saltarme a la cara. Entonces decidí sacrificar los pies. Ahora están casi tronchados.
—No debe permitir que le haga sufrir tanto —dijo el señor—. Un tiro y ya no hay buitre que valga.
—¿Está seguro de ello? —le pregunté—. ¿Se encargaría usted del asunto?
—Faltaría más —dijo el señor—. Tan sólo tengo que ir a casa a por la escopeta. ¿Podrá esperar media hora más?
—No lo sé —repuse. Por un instante me quedé paralizado, pero luego le dije—: hágame el favor e inténtelo.
—Muy bien —dijo el señor—, me daré prisa.
Mientras tanto, el buitre había permanecido tranquilo atendiendo a lo que decíamos y posando alternativamente sus miradas en mí y en el señor. Entonces comprobé que lo había comprendido todo. Emprendió el vuelo, se arqueó con ímpetu para lograr el impulso adecuado y, como un lanzador de jabalina, hundió profundamente su pico en el interior de mi boca. Mientras caía de espaldas me sentí liberado al ver cómo mi sangre, que llenaba todas las profundidades y hacía que todos los cauces se desbordaran, ahogaba al buitre.
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